Primero la meta y luego el dinero

Este artículo entrelaza varias acciones fundamentales de mi enseñanza, mismas que he mencionado ya en otras ocasiones. En primer lugar, debes saber que mantenerte en tu única visión y al mismo tiempo desapegarte del resultado es algo que requiere una especial maestría.

A mí me llevó años adquirirla, ya que no tenía quien me explicara cómo conseguirla. Solamente tenía un libro, por cierto muy complicado, el cual utilicé para expandir y afinar todos mis conocimientos, así como la manera de aplicarlos. Finalmente logré integrar toda esta sabiduría.

Encontré la manera de sintetizarla en un arte del vivir que recreo todos los días y que te comparto, tal y como corresponde a mi misión. Para mí es muy fácil comunicarte ese arte de vivir, porque me he convertido en una verdadera maestra del desapego.

Te aseguro que estas páginas te serán de mucha utilidad, y de entrada te digo que el secreto de este arte consiste en conectar varias acciones importantes, entre ellas las dos descritas en el título. Ahora hablaremos de todas ellas, y para ilustrarlas también te contaré una pequeña historia personal.

Mantente en tu única visión

¿Y qué significa eso? Esta cuestión puede convertirse en fuente de muchas dudas, por ejemplo: ¿Cómo tengo que decretar? ¿Cuántas veces tengo que hacerlo? ¿Si repito varias veces un decreto no ejercito el desapego? El mantenerse en una única visión consiste en establecer una meta y luego ir por ella sin desviarte.

El decreto no es lo único que importa. Claro que vas a decretar, pero primero debes sostener esa visión. Esto no quiere decir que estés decretando todo el tiempo; más bien afirma que todos tus actos deben ser conducentes hacia la meta. No solo debes decretar, sino tomar acción.

Da un primer paso con fe y encamina tus palabras y observaciones en pos de alcanzar tu única visión. De poco sirve decretar sin dar ese primer paso con fe. En muchas ocasiones, lo más difícil es animarse a darlo, y en otras lo das casi sin querer, de forma no deliberada.

Simplemente ocurre de manera natural, siguiendo los dictados de tu intuición. Lo más importante es que imprimas tu verdadero sentimiento en ese paso y que te mantengas en tu única visión con total certeza. La gran mayoría de las personas piensan que ese primer paso con fe se traduce en conseguir dinero.

Si piensas: “primero el dinero y luego el primer paso”, cometes un gran error, porque el primer paso y el dinero no son interdependientes.

No lo pienses mucho

¡Si supieras todas las cosas que he hecho sin tener dinero! Ahí me di cuenta que el dinero no importa tanto cuando tienes una meta clara. Para que el dinero llegue a tu vida necesita de tu meta, y no al revés. Si dices: “Me encantaría hacer tal cosa, pero no tengo dinero”, anulas tu propia meta.

No te estás manteniendo en tu única visión. Es normal que cuando te has fijado una meta se te presente una especie de prueba. Puede ser una decisión que debes tomar o una compra que debes hacer. Sientes una vibración especial, pero muchas veces ocurre que por temor o desconfianza te niegas a tomar acción.

En ese momento, lo que se pone a prueba es precisamente tu fe, y ahí es donde la mayoría flaquea. También puede ocurrir que dicha prueba sea algo tan ordinario que te pase desapercibida. Ese es otro error, porque dar ese primer paso implica tomar una decisión basada en la fe y no en circunstancias externas.

Muchas veces es algo tan simple que no te das cuenta que ese es el primer paso. Por lo general, cuando tienes que darlo te lo piensas mucho, y hasta acabas evadiéndolo. Así desistes de tu meta. Por esto resulta crucial encontrar cuál es ese primer paso con fe y decirle al Universo: “Estoy lista» o “estoy listo”.

Primero estableces la meta, luego das el primer paso con fe y finalmente sostienes dicha meta en todas tus decisiones. Si aprendes este arte, todo se facilita.

Desapégate

Esto puede parecer contradictorio, porque, ¿cómo puedes sostener tu única visión y al mismo tiempo desapegarte de ella? El problema reside en una concepción errónea del desapego. El verdadero desapego implica neutralizar emociones negativas, y más específicamente, los miedos.

El desapego significa traspasar miedos; no es el desentenderte de todo. Cuando estableces tu meta y aparece el primer paso con fe, también aparecerá una cierta incapacidad para relajarte. Observa con atención las emociones que brotan en ti. Son producto de los miedos que vienen de la mano de ese primer paso.

Son los miedos a no ser capaz de resolver los problemas, a perder seguridad, al futuro y a la responsabilidad, entre otros. Fíjate cómo hacen que te apegues a cosas que te apartan de tu meta, como establecer un plan B. Tienes una meta, pero ante el miedo consideras ejecutar en su lugar un plan más asequible.

Sabes que debes sostenerte en tu única visión, pero te inquietas porque no has alcanzado tu meta. Ante una decisión difícil, como separarte de tu pareja o dejar tu trabajo, piensas: “Más vale malo conocido que bueno por conocer”. Es una posición cómoda, pero genera una gran cantidad de emociones negativas.

Al dejar de sostenerte en tu única visión surgirá much la ira, sobre todo dirigida hacia ti. Empiezas a criticarte y entonces aparecerá el miedo al fracaso.

Traspasa tus miedos

A lo largo de este camino aprendí que para mantenerme en mi única visión debía corregir los miedos y así liberarme de las emociones negativas. Asimismo, recuerda que sin desapego no hay decreto que funcione. No creas que el Universo y tu Presencia Yo Soy te lo darán en el día y la hora que has elegido.

Y tanto peor si has pedido el qué junto con el cómo. Esto ocurre si dices: “Compro una casa con el dinero que me presta el banco”. Eso es mezclar el qué y el cómo, y si encima no das el primer paso con fe, ese decreto no cambiará nada. Pedir el cómo es un gran apego; es miedo a que no se cumpla tu petición.

Pedir el cómo es subestimar al Universo; es indicarle por dónde debe venir el pedido. En realidad, ese dinero puede llegar de innumerables formas. Debes entrar en el campo de las infinitas posibilidades eliminando los miedos, para que éstos no invaliden el arte de sostenerte en tu única visión.

Necesitas herramientas cuánticas para dominar tu mente

¿Y qué debes hacer? Controlar y corregir la mente. Cuando te fijas una meta se detonan muchos miedos. Debido a esto, lo mejor es usar herramientas cuánticas, ya que hay metas que se establecen desde una observación desfavorable, cargadas de miedos. Hasta puedes llegar a lamentar haberlas pedido.

Cuando éstos se cumplen te arrepientes con toda el alma, pero por lo menos puedes decir que dieron resultado. Hay metas que llegan acompañadas de mucho sufrimiento. Eso es consecuencia de dejarte avasallar por los miedos producto de una mente descontrolada.

Es necesario dominar tu mente mediante la corrección y el control. Eso te permite fijar la meta que de verdad deseas, sostenerte en tu única visión y dar el primer paso con fe. Si trabajas para identificar y neutralizar los miedos, te liberas de su efecto más nocivo: La aparición de emociones negativas.

Esas emociones bajan significativamente tu frecuencia vibracional, y esto ocasiona que no puedas alcanzar tus metas. Ahora bien, ¿Cómo puedes dominar tu mente? Entrando en ella, explorando y hallando cuales son las causas que detonan procesos desfavorables en ti. Al encontrarlas puedes neutralizarlas.

No elabores un plan B

Recuerda que el plan B invalida el plan A. Resulta esencial mantenerte en tu única visión y dar el primer paso con fe. Recuerda también que casi nunca se sabe de antemano en qué consistirá ese primer paso. A este respecto, te compartiré algo que viví cuando decidí mudarme de casa hace ya muchos años.

Ese primer paso fue muy singular, y creo que ilustra bien cómo funciona este proceso. En ese entonces no tenía el dinero suficiente para amueblar y acondicionar una casa entera, pero quería cambiarme a un lugar más grande. La casa donde vivía era muy chica, y además extremadamente fría.

Esto me preocupaba de manera especial porque estábamos ya en septiembre y se me venía encima el invierno europeo. Pensaba en diciembre, enero y febrero y sentía terror. Y en verdad el frío era terrorífico. Ya había pasado ahí todo el invierno anterior, y había sido una experiencia que no le deseo a nadie.

Había una chimenea con leña y calefacción, pero eran muy poca cosa ante los rigores invernales. El error fue mío, porque había pedido una meta muy especial: Vivir frente al mar. La vista era bellísima, pero la temperatura en la casa estaba bajo cero.

El primer plan de escape

Cuando me mudé a esa casita, estaba feliz. Todo era perfecto, pero luego me arrepentí. No sabía lo que era un invierno europeo frente al mar. La humedad era brutal y el viento helado me calaba hasta los huesos. Me bañaba tres veces al día con agua muy caliente intentando reanimarme, pero ya no podía más.

Y ahora llegaba de nuevo el frío… Así pues, dije: “¡Basta! yo me mudo, aunque no tenga el dinero para hacerlo”. Entonces me sostuve en mi única visión, que era la mudanza, y empecé a buscar. Debía encontrar cuál sería mi primer paso con fe, cosa que, como te comenté antes, es todo un arte.

En mis andanzas, ya tenía harto a un batallón de agentes inmobiliarios, porque me metía en cuanta casa encontraba. Buscaba algo que me hiciera vibrar de forma especial. Pensaba: “Cuando eso ocurra, lo habré conseguido”. Acabé con la paciencia de los profesionales de la vivienda, pero ni así encontré lo que quería.

Si veía una casa de mi agrado, me plantaba ante la puerta intentando establecer ese elusivo primer paso con fe, mismo que llegaría de una forma muy singulaar.

Un insólito primer paso con fe

Primero debí ejecutar una acción clave: Desapegarme del resultado. Dije otra vez: “¡Basta! Ya está. Me quedo en esta casita aunque muera congelada”. Fue como un desafío. Luego vino el primer paso, bajo la forma de una televisión. Yo tenía un televisor muy pequeño, acorde con el tamaño de mi casa.

Reflexioné: “Bueno, ya que no me voy a mudar, compraré otra televisión”. Y la compré. Era mucho más moderna, pero del mismo tamaño. Saqué el televisor nuevo de su caja y lo puse en su lugar; cabía muy bien, pero en ese momento pensé: “Esto no está acorde con mi meta de vivir en una casa grande».

Dije: «Esta televisión queda muy chiquita en el espacio que visualizo”. Y así, la volví a meter en la caja y regresé a la tienda. Allí hablé con el vendedor: “Dame una de 65 pulgadas”. Era una locura; cuando la coloqué en el lugar que ocupaba la otra, tapaba casi toda la ventana que daba al mar.

Arruinaba la maravillosa vista, pero afirmé: “Ahí se queda”. Y de verdad quedaba horrible. Desde cualquier ángulo se veía espantoso esa enorme pantalla, pero aun así sostuve mi plan A, que era habitar una casa espaciosa. Había logrado el desapego necesario al decidir quedarme todo el invierno en el mismo lugar.

Reconciliación, gratitud y triunfo final

¿Sabes qué me pasó? Que cuando di el primer paso con fe al comprar la televisión de 65 pulgadas, entré en un estado de gratitud con la casita. Empecé a sentirla. Empecé a mirarla de verdad: Era el lugar con el que había soñado en mi visión anterior, en mi meta anterior, y esa meta se había cumplido.

No podía sentirme más agradecida. Había un almendro cerca de la ventana, el cual empezó a florecer. Sentí en el corazón una gratitud muy grande por ese árbol tan hermoso y florido. Empecé a mirar de una forma muy especial a mi casita. Tenía una chimenea y una pared de piedra que se veía muy bien a su lado.

Sentí cariño por esas piedras. Me invadió una gratitud tan profunda por esa pequeña y helada casa que el proceso se aceleró y un mes después ya estaba mudándome. El dinero me llegó de forma extraordinaria y de una fuente ajena a mi trabajo. No lo esperaba en lo absoluto.

La nueva casa también estaba frente al mar, pero era mucho más grande. Ni siquiera tuve que buscarla, porque ella me encontró. Al mudarme, lo hice llena de amor hacia la casita, porque había entrado en una conexión con ese sitio tan lindo. No me fui con enojo o resentimiento, sino con gratitud.

El desapego y la gratitud me permitieron irme a un lugar mucho mejor. Me permitieron encontrar la casa de mis sueños, en la que viví muchos años.

Las claves del triunfo

Fíjate cuál fue mi primer paso con fe. No consistió en recorrer cientos de kilómetros en el coche en pos de una casa con la orientación correcta. Esto último era importante, porque después de pasar ese invierno atroz en la casita, aprendí que lo que la hacía tan fría era una mala orientación con respecto al Sol.

Ese primer paso tampoco fue la cantidad de tiempo invertido en la búsqueda. Todo eso no sirvió de nada, porque, al estar llena de apego, no podía ver la casa que encontré y habité. El Universo sabía cuál era la casa, pero no estuve lista para ella sino hasta que di el primer paso con fe.

Todo se destrabó cuando vi el pequeño televisor nuevo y dije: “Esto no es congruente con mi meta de mudarme a un lugar amplio”. El éxito residió en no tener un plan B. Todos mis pensamientos, sentimientos y acciones fueron congruentes con el plan de mudarme, pero faltaba algo para lograrlo.

Tenía que soltar el apego al resultado y entrar en la gratitud y el amor hacia el lugar donde estaba viviendo. Sólo hasta ese momento fui capaz de conectar todo mi Ser con la altísima vibración de la alegría, que es la que precipita todo lo favorable.

Al unir el desapego al mantenerme en mi única visión, traspasé los miedos, entré en armonía con el entorno y encontrar gratitud y amor. Entonces, todo vino a mi.

No te resistas

Sólo pude entrar en la vibración adecuada cuando, soltándolo todo, dije: “Está bien. Me quedo y no me mudo. No pasa nada”. En ese momento empecé a entrar en una frecuencia de amor hacia la casita, vibrando con las piedras, el árbol y todo ese lugar tan hermoso.

Entré de lleno en la alegría. Ya no estaba desesperada, tensa o enojada por no encontrar el sitio perfecto. Ahora puedo ver que mi sueño no se cumplía porque estaba llena de emociones negativas. Sin embargo, llegó un momento en que ya no estaba angustiada pensando que se me venía encima el invierno.

Ya no me importaba creer que no era capaz de resolver los problemas. Ya no sentía ansiedad porque no podía pagar algo más grande. Me sostuve en mi única visión, y el primer paso con fe fue la compra de un voluminoso aparato que tapaba las dos terceras partes de esa ventana tan importante para mí.

Quería comprar un televisor nuevo porque la que tenía se había estropeado y a mi hija, que en ese entonces era muy pequeña, le gustaba mucho verla. Hoy esa gran televisión solo es un mueble más, porque ya no la uso. Sin embargo, en aquel momento la televisión era importante.

Un gran aprendizaje

Me habría equivocado gravemente al decir: “Ni loca me quedo en esta casa tan fría. Tengo que pensar en un plan B. Llamaré a mi hermana y me iré a vivir con ella. O tal vez pueda pedirle dinero prestado a mi papá. O buscaré la casa de mis sueños en otra ciudad”. Todo eso es resistencia, pero al final pude mantenerme en mi única visión sin apego.

Ya no estaba ansiosa por encontrar una casa nueva y grande ni estaba decretando una cosa tras otra. Tomé acción de acuerdo a lo que vivía. El dinero necesario para mudarme llegó a mí sin buscarlo, porque aprendí a no crear resistencia. Finalmente, cuando tuve que tomar una decisión para sostener mi visión y dar mi primer paso con fe, no lo dudé ni un segundo.

Ese día aprendí el arte de dar el primer paso con fe. En apariencia, era más conveniente quedarme con la televisión pequeña. Iba acorde al lugar y no quitaba espacio, pero cuando la coloqué, pensé de inmediato: “Para el espacio que quiero, este televisor es minúsculo. Tengo que regresar a la tienda y cambiarlo”, y no tardé ni dos horas en volver con la televisión grande.

Entonces, debes aprender a no resistirte a lo que viene. Si tal cosa se te dificulta en extremo, es porque hay miedos en ti, y a partir de ellos, emociones negativas. Desapégate. Recuerda eso que siempre repito: Es lo que hay. Eso fue justamente lo que dije en ese entonces. No hubo resistencia, y ese desapego unido al mantener mi única visión y al dar el primer paso con fe, me dieron el éxito.

Y así, antes de llegar el frío ya vivíamos en la nueva casa, que también estaba frente al mar y tenía una calefacción tan eficiente que a veces tenía que apagarla ¡vistiendo una camisetita en pleno invierno!

Observa la perfección en todo

Obsérvala en todos tus procesos y mantente alerta, porque llegará el momento en el que ese primer paso con fe se presentará en tu vida, y debes estar listo para reconocerlo y darlo. Recuerda que esto es todo un arte y que debes escuchar a tu intuición para descubrir cuál es ese primer paso.

A veces consiste en una gran decisión, pero en otras es algo muy pequeño. Para distinguirlo, debes aprender a ver la perfección en todas las cosas. En lo concerniente a la precipitación de las metas, debes tomar en cuenta que entre el pedido y la llegada del resultado hay un espacio y un tiempo.

Por tanto, debes aprender a ver la perfección en el espacio y tiempo propios de este plano físico. Entre el establecimiento de la meta y su resultado pueden suceder muchas cosas, porque el Universo empieza a confluir y a mover todo a tu alrededor.

Considera que cuando pides algo, el Universo ya lo tiene y te lo dará, porque eres poder absoluto. No obstante, necesitas sostenerte en tu única visión con absoluta certeza. No olvides que estás dentro del juego de la ilusión de la inconsciencia, donde se te muestran cosas que parecen imperfección.

Hubo un momento en que me dejé dominar por el enojo. Seguía apegada al resultado, pensando que me congelaría dentro de mi casita.

Perfección pura

Sólo veía imperfección y el dinero no llegaba. En ese entonces, tenía programado recibir algunos pagos producto de mi trabajo como abogada. Como sabes, los abogados cobramos hasta el final de un proceso legal, y en ocasiones, aun después de terminado dicho proceso, tardan mucho en pagarte.

Así pues, el dinero que esperaba tener no venía, y lo que sí se venía encima era el invierno. Allí aprendí a mantener mi única visión y a dar el primer paso con fe. Aprendí el poder de la gratitud y el amor como altísimas frecuencias vibracionales capaces de precipitarlo todo.

Finalmente aprendí a ver la perfección en los procesos creativos, porque el Universo me trajo un cómo que era perfecto. Lo que veía como imperfección era el retraso en el pago y el que no encontraba una casa más grande. En realidad era perfección, porque el dinero llegó estableciendo un equilibrio importante.

La forma que encontró el Universo para traerme el dinero fue perfección pura. Normalmente vemos mucha imperfección en esos periodos de tiempo entre la meta y su cumplimiento. El gran peligro consiste en ceder y establecer un plan B.

La fórmula del éxito

Debes agradecer todo lo que vives. Recuerda la fórmula: Establece la meta, da el primer paso con fe, desapégate del resultado, no te resistas a lo que venga, ve perfección en todos tus procesos creativos y agradece todo lo que tienes. Agradece incluso el que algunas personas te traten mal.

¿Por qué? Porque algo importante está pasando: Te han sacado de tu zona de confort y te animan a tomar la decisión de establecer una meta más grande que la que tienes y que ahora te queda muy pequeña. Da las gracias, porque te están recordando que puedes crear algo mejor.

Siempre existe algo que agradecer. Al hacerlo, sales del papel de víctima y de la queja incesante que también son grandes obstáculos para alcanzar la maestría que necesitas. Esa gratitud es la pieza final para entrar en la vibración que te permitirá sostenerte en tu única visión y al mismo tiempo desapegarte.

Y cuando seas capaz de dominar este maravilloso arte, no conocerás límite alguno.



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