9 pasos para no sabotear a tus hijos

Esta clase se la dedico a mi amadísima y hermosísima hija, quien es un ejemplo para mí y mi gran maestra. Sin embargo, no vamos a hablar de nuestros hijos, sino de nosotros. Como te he dicho antes, el trabajo empieza y termina en ti. Los hijos son el resultado de lo que tú eres en cada momento de tu vida.

No son resultado de tu dedicación a ellos, de las limitaciones que les has impuesto, o de los deseos y proyecciones que les has transmitido. Los hijos son el reflejo de lo que nosotros somos. Debes aprender eso si deseas que tengan una vida maravillosa.

Cuando llega un hijo, lo primero que queremos es que viva una vida mejor a la que hemos tenido. Si nuestra vida no nos gusta, los protegemos al máximo para que no sufran los mismos sinsabores, pero muchas veces, a pesar de sentir que te has sacrificado en pos de su bienestar, no tienes los resultados que deseabas.

1. Ejerce control sobre ti mismo

Debes saber que tener el cetro de tu poder no equivale a ser un director de orquesta tirano, con un mando absoluto sobre tus hijos y la facultad de castigarlos si no te hacen caso. El respeto no se gana a gritos ni a golpes, sino teniendo el auto control de tu vida mediante la confianza y el amor a ti mismo.

El respeto de nuestros hijos no se consigue a base de castigos u ordenes tajantes. En realidad, el respeto que nosotros emanamos es lo que ellos ven y aprenden a honrar. Cuando sabes y reconoces quién eres, y entonces diriges desde el cetro de tu poder, no hay persona ni cosa que impida que eso suceda.

De esta manera, si quieres ganar el respeto de tus hijos y que valoren no solamente tu dedicación, sino también tus enseñanzas y todo lo que desees transmitirles, debes empezar a trabajar en ti. No hay nada que moleste más a un hijo que le obligues a hacer algo que tú mismo no demuestras.

Sé congruente entre palabra y acción

En ese caso no eres congruente con tus palabras. Eso provoca en los hijos una rebelión tan extraordinaria que los lleva muchas veces a adoptar conductas que los lastiman, con el único fin de hacerte sentir dolor a ti. El gran problema es que, al meterse en arenas movedizas, se dañan a sí mismos.

Están enojados y te castigan con su rebeldía. Así pues, el respeto se gana teniendo control sobre tu propia vida, amándote a ti mismo y teniendo confianza en ti mismo. Así logras que todos vean lo que reflejas desde adentro, y no lo que dices mostrar. La gente no escucha tus palabras, sino la radiación que emanas.

En realidad nadie escucha las palabras que salen de tu boca de forma superficial, sino las que provienen de tu corazón. Las personas atienden a lo que haces con tu vida y no a lo que les dices que deberían hacer. Eso es lo que le llega de verdad a todos los seres que te rodean.

2. Desarrolla y practica la paciencia

En esta Era de Acuario se acabará la violencia de los padres hacia sus hijos, ejercida en nombre de una supuesta educación. No habrá más violencia verbal, física o psicológica. Y para conseguirlo, debes desarrollar y practicar el don de la paciencia al extremo.

Esto resulta fácil cuando tomas el cetro de tu poder, porque si tienes autocontrol, amor y confianza en ti mismo, la paciencia surge como un efecto de todo ese trabajo que has hecho contigo mismo. También se acabarán la manipulación, la subestimación y la comparación con hermanos, primos u otros niños.

Todo eso son formas de abuso y violencia hacia los menores. De esta manera, si deseas dar al mundo una estirpe hermosa, llena de luz y amor, debes empezar por cuidar a esos preciosos hijos que tienes delante de ti. ¿Quieres respeto? Primero respétalos a ellos. ¿Quieres que te amen? Ámalos primero. ¿Quieres que te escuchen? Primero escúchalos a ellos.

Si no estás preparado para ser extremadamente paciente, no tengas hijos. Ellos no llegan con un manual de instrucciones. En todo caso, vienen con un hermoso libro titulado Cómo ser unos buenos padres. Y eso es lo que yo aprendí de mi hija; ella me fue guiando para poder ser una buena madre.

No ejerzas violencia an ninguna de sus formas

Y si llega un segundo hijo, no puedes seguir exactamente los mismos pasos. Cada hijo es único e irrepetible. No se puede guiar a todos con el mismo manual, porque cada niño necesita algo diferente; una palabra, una forma de actuar, un estímulo y una motivación diferentes.

Muchos padres me aseguran: «Yo no le pego a mis hijos ni les levanto la voz», pero les escucho decir: «Mira cómo fulanito es mejor que tú; sus calificaciones son mucho mejores que las tuyas». ¿Y eso no es violencia? ¿Eso no es degradarlo y robarle la autoestima?

Cuando les dices: «Ya no te quiero», ¿no es abusar de ellos? «Si no haces lo que te ordeno, no te doy postre», ¿no es castigo? «Come todo el plato, porque los niños de África están muriéndose de hambre», ¿no es manipulación? Los niños no comen si no lo apetecen. Si habitualmente no come, ve al médico y no lo castigues.

Tal vez su organismo rechaza de manera natural ciertos alimentos. Los niños son sabios; nosotros somos quienes los deformamos. Ellos aprenden a mentir siguiendo nuestro ejemplo. Cuando voy por la calle y veo a un niño llorar, hago correcciones cuánticas. No corrijo al niño, sino a los padres y al entorno.

Despertar cuántico.

Cuida su entorno y escúchalos

Muchas veces, los niños están llorando porque nuestras emociones los impactan. Ellos son almas purísimas, y están recibiendo nuestra radiación y la de su entorno. Si un bebé llora en un centro comercial, ¡sáquenlo de ahí! Si los padres supieran la energía que hay dentro de los centros comerciales, saldrían corriendo.

Ese bebé no aguanta la energía del lugar. Respétenlos, porque son almas puras, llenas de luz, y son súper sensibles. Protejan a sus niños y no los obliguen a estar en lugares donde ustedes mismos no están conscientes de la energía que contienen, producto de todos los pensamientos de las personas que acuden allí.

Yo muchas veces estoy atenta, y cuando veo un bebé llorando en un centro comercial, me pongo a su lado para corregir la energía, y hasta que no para de llorar no me voy, porque hay que limpiar todo lo que se encuentra a su alrededor y así deje de hacerle daño.

Así pues, haz caso de lo que tus hijos comentan o manifiestan con un berrinche, un llanto o una rebeldía, porque te están hablando de todas esas maneras. No quieren ser malos contigo. Escúchalos y respétalos al máximo, si quieres que después te respeten al máximo.

3. Cambia la envidia por admiración

Muchos padres, por querer que sus hijos alcancen un rendimiento excelente, les exigen desmedidamente. Los hacen competir con otros niños. Eso resulta muy nocivo, porque están fomentando la envidia entre ellos. No necesitamos tener hijos «10» ni hijos que le demuestren al mundo «qué grandes padres somos».

No necesitamos hijos exigidos al máximo para que tengan éxito en sus vidas futuras. Conozco muchos adultos con infinidad de bloqueos en sus metas y finanzas que tuvieron padres muy exigentes. Que tu hijo saque diez en todas sus materias escolares gracias al esfuerzo que le exiges no te garantiza nada.

La exigencia extrema ocasiona que ante la más mínima frustración en su vida adulta, ese hijo caiga y no se pueda levantar. No le pidas lo máximo en todo.

Cuando vengan tus hijos a contarte que están sintiendo algún tipo de molestia, pon mucha atención a lo que están diciendo. ¿Qué le molesta del otro? Pregúntale, porque eso es como un espejo de ti mismo. Haz que traspase esas molestias, envidias y competencias para transmutarlas en admiración.

Tu hijo es el espejo de lo que eres

¿Le molesta a tu hijo que otro sea líder? Aprende a darle vuelta a lo que ellos traen; enséñales a admirar y no a competir. No les enseñes a contestar «Ah, entonces, si ese niño te hace esto, vas y le haces esto otro». Eso es fomentar la envidia. Escucha a tus hijos y ve lo que te muestran con sus inquietudes.

La mayoría de los niños se queja de lo mismo que te quejas tú en casa, porque ellos son un fiel reflejo de lo que tú eres. Si te la pasas cuestionando a otros, no te sorprendas si tu niño llega del colegio quejándose y haciendo exactamente lo mismo que tú. Te muestra cómo envidias, compites, criticas y juzgas a los demás.

Ese niño refleja lo que aprende en su casa. Es lo único que ve, y no sabe vivir de otra forma. Así pues, sal de la competencia y busca la empatía y la comprensión. Si hay dos niños que se llevan mal, intenta hacer que se acerquen a través del amor y la compasión. Y si no se soluciona, no pasa nada, pero no juzgues ni critiques.

4. Motívalos para que puedan superar sus metas

Deja de proyectar tus propios fracasos en tus hijos. Permite que se equivoquen, porque si se equivocan de pequeños y saben levantarse, será mucho más fácil hacerlo cuando sean adultos. Yo he visto terminar una carrera universitaria no al más inteligente, sino al más constante.

Muchos inteligentes se quedan en el camino, pero un constante jamás. Entonces, no busques la perfección. Busca que tus hijos sean felices; lo serán aunque a veces se equivoquen. Si cometen errores no pasa nada, se pueden corregir y siempre hay posibilidad de remontar el vuelo.

La única posibilidad de no remontarlo es cuando le exiges a tu hijo el diez y te enfureces cuando trae un nueve. He visto niños llorar porque traen un nueve. Eso es una exigencia absurda. Más bien dile: «Hijo, el nueve es hermosísimo. ¿Aprendiste? Eso es lo principal. ¿No has aprendido? Mejor, porque ahora sí vas a aprender«.

Eso es motivar para superar las metas. No lo castigues por haber traído una nota mala. Dile: «No pasa nada. Es que no lo has hecho tan bien como puedes. Ahora volvemos a empezar. Vamos a aprender. Siempre recuerda que yo quiero que aprendas, y no que seas un niño de diez».

La exigencia feroz es el peor castigo

A mi hija jamás le exigí un diez. Al contrario, yo le decía: «No quiero que seas niña de diez. Prefiero que seas de siete u ocho». Y no es que siete u ocho sea lo mejor, sino que allí hay equilibrio. Ellos aprenden que pueden equivocarse y levantarse de nuevo, y cuando sale un diez: «¡Wow, me saqué un diez!».

Y cuando sale un nueve: «¡Wow, me saqué un nueve!», en vez de ponerse a llorar ante una buena nota. Esa es una gran diferencia. Yo veo muchos fracasos en adultos provocados por toda la violencia y el abuso soportado durante su infancia, así como por las exigencias desmedidas y las proyecciones de sus padres.

Mucho fracaso y mucha infelicidad provocada por los padres «en nombre del amor». Así pues, debes motivar a tus hijos para que superen sus metas sin exigencias feroces. Cuidado con los castigos. Más vale sentarse, hablar y explicar con tranquilidad y absoluta paciencia que un castigo.

Los mejores regalos: Autoestima, confianza en sí mismos y amor propio

Si supieras la cantidad de gente que yo he atendido con bloqueos terribles en sus finanzas a causa de haber sido castigados, manipulados, controlados o exigidos por sus padres de pequeños, nunca volverías a darle a tu hijo ni un tironcito de pelo. Millones de personas tienen bloqueos financieros por no sentirse merecedores.

Y no se sienten merecedores porque nunca fueron reconocidos por sus padres. Es enorme el daño que se le hace a un hijo cuando no se le fomentan la autoestima, la confianza y el amor hacia sí mismo. Tal cosa impide que esa persona tome el cetro de su poder y reconozca que es Presencia Yo Soy.

Todo lo que quieres, lo puedes. Eso le he dicho a mi hija desde que nació, y el día de hoy ella es poder absoluto. Sabe ponerse metas y sabe que puede conseguirlas fácilmente. Así debemos vivir todos. Cuando mi hija se molestaba con otro niño, yo siempre veía el lado positivo de la situación.

Le decía: «No te preocupes. ¿Sabes qué pasa? Que quizás esa niña quiere que la reconozcan en su casa. ¿Por qué no la reconocemos nosotros? ¿Por qué no le decimos que ella puede? Tenemos que echarle una mano y ayudarla». Miren la diferencia.

5. Esfuerzo, voluntad y constancia

Estas tres virtudes son necesarias para que puedas usar plenamente tu Presencia Yo Soy y aprendas a decretar. Recuerda que el uso correcto de tu Presencia Yo Soy es el camino que te llevará a lograr el cambio. Es extraordinariamente importante que empieces por ti y luego transmitas lo que haces a tus hijos con hechos.

Y esto aplica para todo tipo de situaciones. Si tu hijo te dice que quiere en Navidad un regalo para el que en teoría no tienes dinero, puedes decirle: «Lo vamos a visualizar. Lo vamos a observar. Vamos a pedirlo». Y déjate sorprender. Nunca expreses un «no, porque no hay dinero».

Si tienes el cetro de tu poder, no existe un «no» por respuesta. Para el Universo hay infinitas posibilidades de traerte eso que quieres. No le digas a tu hijo: «No se puede», porque eso no es real. La imposibilidad es real solo en tu mente humana. Aprende a decretar, y con tu ejemplo, vas a enseñar a tus hijos a hacerlo.

Una prueba extraordinaria

Yo he criado una hija con mente de rico. Nunca le dije que no, sino: «Vamos a ver. ¿Cuándo lo queremos? ¿Tal fecha? Ok, vamos a programarlo». Y no sé cómo, pero aparecía. Cosas enormes, porque a medida que avanzaba, me animaba a pedir cosas más grandes, como el que hiciera sus estudios universitarios en Londres.

Ella quería ir a estudiar a la Universidad de Londres, que era lo más caro que podía haber. Era imposible en ese momento, pero le dije «allá vamos», con toda mi familia rodeándome, tratando de convencer a mi hija de no ir a esa universidad. Yo no los escuchaba. Realicé todos los trámites necesarios para su ingreso.

Esa fue una prueba extraordinaria en el uso de mi Presencia Yo Soy, y también lo fue para mi hija. Era de imposible cumplimiento y lo logramos. Ella ahora es una licenciada en Periodismo por la Universidad de Londres y está trabajando en el periódico Daily Express de esa ciudad.

Un gran triunfo

Terminó la carrera y hace un año que está trabajando en el Daily Express, donde está considerada como una joven estrella en ascenso. Fue tan crucial la motivación que le di, que a pesar de tener a toda la familia —madre, padre, cuatro hermanas y cuñados— en contra de nuestro plan, lo logramos.

Cuando llegamos a Londres, la acompañé los primeros cuatro meses. Por eso esta clase está dedicada a ella. Me enseñó a ser madre y me fue guiando con su sabiduría. El haberla escuchado, tenido extraordinaria paciencia y respetado al máximo ha hecho que el día de hoy mi palabra sea sagrada para ella.

El respeto que ella tiene hacia mí es el mismo que yo le di a ella. Gané el respeto de mi hija porque primero la respeté, y no al revés. Lo logré gracias al uso de mi Presencia Yo Soy, a mis herramientas y a mis decretos, aunados a mi esfuerzo, voluntad y constancia.

6. Alcanza equilibrio para superar los sabotajes

Cuando llegó el momento de decidir donde estudiaría mi hija, todo el mundo opinó en contra nuestra. En esos momentos tuve que alcanzar un equilibrio extraordinario para superar el sabotaje que se nos venía encima. Así que si ya sabes dónde quieres estar, sostente en tu única visión, y si tu hijo también lo sabe, ayúdalo a sostenerse.

 

7. Imprime la alegría

A todo le tienes que imprimir alegría. Cuando estábamos en Londres las dos solitas, lo intentábamos de cualquier forma. Recuerdo un día que fuimos al karaoke de un típico pub inglés. Veníamos con una bolsa de supermercado, medio cabizbajas, caminando ya para la casa.

Entonces vi ese pub y le dije a mi hija: «Melanie, vamos ahí». Al entrar nos dimos cuenta que era un karaoke lleno de gente mayor que iba todos los sábados a cantar. Algunos lo hacían muy bien. De pronto mi hija dice: «Vamos a cantar nosotras». Y yo, por el placer de darle alegría, accedí.

Ni siquiera sabía qué canción había decidido cantar. Eligió una de Arctic Monkeys, en inglés. Salió desastrosa, pero nos divertimos mucho. Para colmo, pusimos la cámara a grabar. Después de cantar nos fuimos, porque nuestra vergüenza era mayúscula, pero nos reímos de lo lindo en casa viendo ese video.

Y cada vez que lo recordamos, nos volvemos a reír. Levantamos con la alegría un momento en el que estábamos medio cabizbajas. El poder de la alegría lo cambia todo.

8. Irradia lo que deseas enseñar

La fórmula no es decir: «Hijo, tienes que ser bueno», sino irradiar bondad. No es decir: «Hijo, me tienes que respetar», sino irradiar respeto. Irrádialo y no lo digas. Hazlo, porque eso es lo que de verdad importa. Lo que irradias es lo único que los demás ven de ti. Lo demás no lo escuchan.

Es más, si dices una cosa e irradias otra, provocas rebeldía en tus hijos, porque ellos no soportan eso. Por más que creas que los has convencido, te estás engañando, porque lo que siempre se lee es tu radiación. No importa qué tan buenos padres seamos; lo más importante es irradiar eso que queremos enseñar.

La autenticidad es lo que más les importa a tus hijos. No les importa que te equivoques, sino que les hables con la verdad y les digas: «Me equivoqué y me arrepiento». No intentes tapar un error con mentiras, porque ellos lo verán, y eso es lo que más les molesta.

No hay nada que moleste más a un niño que la mentira. No hay nada que duela y dañe más su futuro como adulto, así que no mientas. Asume tu equivocación; eres humano. Empieza de nuevo, irradiando eso que quieres lograr en tu hijo.

9. Crea el holograma que deseas

No digas: «Mi hijo es el actor más famoso de Hollywood», sino: «Mi hijo es feliz, tiene confianza en sí mismo y mucho amor propio». Entonces, te lo imaginas y creas el holograma: «Somos una familia liberada de preceptos humanos erróneos. Tenemos el cetro de nuestro poder, confianza y amor por nosotros mismos».

Crea el holograma que deseas para ti y para tu familia, pero no les impongas metas que ellos mismos deben trazarse. Nunca digas: «Mi hijo mayor es médico, mi otro hijo es ingeniero, y mi hija menor es periodista, como dijo Rosanna».

Déjalos que tengan certeza en lo que desean para sus vidas, y cuando tengan esa certeza, apóyalos sin condiciones. Si se equivocan, no pasa nada. Siempre se puede volver a empezar. Es mejor que lo intenten y se equivoquen, a nunca haberlo intentado y no saber hasta donde podrían haber llegado.

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Si te gustó este artículo y quieres profundizar más en este tema, te recomiendo que leas el artículo anterior: Cambia tu realidad en cada momento del ahora.