Dios vivo está frente a ti

Cada uno de los temas que abordo a lo largo de las clases y los artículos que te comparto representan pasos hacia tu ascensión. Cada uno de ellos viene a ser como un nuevo escalón que asciendes a lo largo de tu proceso de salida de esta tercera dimensión. Hoy te presento un tema tan especial que empezaré por lo que generalmente aparece al final.

Como sabes, yo siempre recalco al final de cada artículo y cada clase que eres un Dios vivo; un Dios en acción, y que al serlo, no debes temerle a cosa alguna. No debes olvidarlo, porque para manifestar el poder que tienes dentro primero tienes que reconocerlo, y luego ver a ese Dios vivo en cada acto de tu vida y en cada ser.

Debes verlo en cada átomo y en cada partícula cuántica de este Universo. Aprécialo en todos los reinos: en un insecto, una montaña, una roca o una seta. Y ni que hablar del ser humano que está delante de ti, independientemente que veas en él luz u oscuridad. Ese ser también es un Dios vivo.

No ver lo sagrado en el otro sostiene la oscuridad

Tal vez ya seas consciente de tu poder como Dios vivo, y eso está muy bien. Yo misma te lo repito, y con ello he logrado empoderarte. Hemos avanzado un buen trecho, pero ¿qué pasa cuando no ves la condición sagrada del otro; a ese Dios vivo que está justo a tu lado?

Si te niegas a verlo, tu propia oscuridad empezará a aparecer. Se manifestará en ti la persona meramente humana que ha venido a este plano físico a vivir la experiencia de la tercera dimensión. Al manifestarse, surgen en ti una serie de pensamientos y cuestionamientos como parte del juego de la ilusión de la inconciencia.

Para que exista un todo, primero tuvo que existir una nada, y para que esa nada se manifieste en este plano físico, tuvo que aparecer la oscuridad. Todo lo existente debe acatar la Ley de la Polaridad, y tú, al ser parte del todo, manifiestas luz u oscuridad dependiendo de tu mirada y del respeto que guardes a la condición sagrada del otro.

 

Las consecuencias de ignorar lo sagrado son inevitables

Todo lo que ves en el otro es el reflejo de lo que está dentro de ti. Así pues, cuando observas a Dios en acción delante tuyo, observas tu propia condición divina. Si solo ves oscuridad en el otro, te verás reflejado allí, y lo peor es que al observar tu propia oscuridad, serás atrapado por ella.

Por eso el no ver a Dios en todos los seres te sostiene en la más profunda de las oscuridades. En el momento que fijas tu atención en la oscuridad del otro, ésta te atrapa y te atenaza porque la sostienes con tu observación. Esto es parte de la dinámica universal, y su cumplimiento resulta inevitable.

Es por esto que las consecuencias de no ver a Dios vivo delante de ti también son inevitables. No hablamos aquí de meros pensamientos humanos, sino de la manera como funciona el Universo. Enfoca tu atención en algo, y eso vendrá a ti. Cuando te digo que eres un Dios vivo no empleo solo una bonita frase motivacional.

Manifiesta bondad hacia cada Dios vivo

Tienes la misma potencia cuando observas la luz o la oscuridad en otro Dios vivo. Usas el mismo poder para bien o para mal. Así pues, enfócate en la luz del Dios vivo que está ante ti tanto en palabras como en acciones. Dios habita en cada partícula cuántica; por lo tanto, no solo debes manifestar bondad hacia tus seres queridos.

Muéstrala también hacia los animales, la vegetación y la Tierra entera. Es muy fácil hablar de cuidar la flora y fauna y respetar al planeta, pero no es tan sencillo ver a Dios vivo en cada ser que está delante de ti. Y peor aún si lo desprecias, porque al hacerlo te introduces de lleno en tu propia oscuridad.

Si logras ver la luz de ese Dios vivo que está ante ti, ésta reflejará tu propia luz. Seguramente enfrentarás situaciones que pondrán a prueba esta visión incluso dentro de tu misma casa. Recuerda que no existen los «malos» y los «buenos». Existen dos polos, y todos somos seres hermosos.

No lo dudes: Somos Dioses vivos

Todos tenemos esta condición divina. Algunos la manifestan en la oscuridad y otros en la luz. Sin embargo, esto no es tan simple como afirmar que un ladrón manifiesta oscuridad y tú manifiestas luz porque te esfuerzas en ser buena persona. Ten en cuenta que en cada uno de tus pensamientos y actos manifestarás luz u oscuridad.

Nunca digas: «Yo soy un ser de luz y aquél es un ser oscuro. Por lo tanto, evito todo contacto con él». Al expresar y hacer eso no ves a Dios vivo en ese ser. Y en sentido inverso, ¿quién puede decir que aquél manifiesta luz y tú oscuridad? No te detengas en los juicios, y más bien cuida todo aquello en lo que viertes tu energía.

A cada minuto de tu ahora te alineas con la luz o la oscuridad, dependiendo de los pensamientos y acciones que tengas a lo largo de todo tu día. Un ser que todavía no controla sus pensamientos no es un ser empoderado. Se balancea sin cesar bajo los dictados de la Ley de la Polaridad. Manifiesta luz y oscuridad a cada minuto.

Todo inicia con un pensamiento, continúa con un sentimiento y desemboca en una observación y una elección dentro del campo de las infinitas posibilidades.

La Ley del Equilibrio entra en juego

Ese otro al que juzgas tan duramente también es un Dios vivo y tiene el mismo poder que tú. Así pues, si lo desprecias o lastimas no podrás detener lo que inevitablemente va a venir a ti. Cada una de tus observaciones pone a funcionar la maquinaria atómica: La más poderosa de todo el Universo.

Y puede hasta aniquilarte si te descuidas. La muerte existe porque los seres —todos ellos Dioses vivos— se destruyen a través de esta maquinaria atómica. No deberíamos experimentar la muerte, ya que somos eternos. En este plano físico se manifiesta la muerte porque el mismo ser se destruye a sí mismo con sus pensamientos.

Cada vez que pones a trabajar esta maquinaria atómica, la energía viene a ti irremediablemente, porque es producto de una observación que has hecho. Viene y encuentra su punto de mayor entropía, que es el punto de encuentro entre la energía que has convocado y tú.

Cuando disparas la energía eléctrica y la magnética, tomas una decisión. En ese momento la energía dice: «Muy bien, voy a tu encuentro». No importa si has observado la luz o la oscuridad. Lo que ocurre en el punto de mayor entropía, que es donde se manifiesta la acción, depende del tipo de observación que has realizado.

Siguiendo lo establecido por la Ley del Equilibrio, la energía siempre busca ese balance. Tú la disparas y ella de inmediato busca equilibrarse.

El equilibrio entre dar y recibir

 

Ten mucho cuidado con lo que piensas

Por esta razón, mi propuesta es no pensar. Incluso un pensamiento que podrías creer luminoso puede no serlo para la dinámica universal. Aunque creas que es lo correcto, cuando deseas algo para otro, o peor aún, cuando buscas la destrucción de alguien, el Universo no emite juicios.

La dinámica universal simplemente te trae de regreso lo mismo que has observado, y te encontrarás con esa energía en el punto de equilibrio. Allí la recibirás con la misma intensidad con la que la has disparado. En cambio, cuando no piensas dejas de vivir a través de tus consideraciones humanas.

Cuando estás inmersa o inmerso en un mundo sin pensamientos, el amor en el que te conviertes hace que veas a ese Dios en acción en todas partes. Lo ves con gratitud, benevolencia, compasión, entendimiento y empatía. Cuando dejas de pensar, puedes ver la dinámica universal justo delante de ti.

La dinámica universal es tu guía

Eres capaz de ver esa dinámica a la perfección y a partir de ella puedes entender todos los movimientos que están sucediendo. Al llegar a ese entendimiento, dejas de criticar y juzgar; puedes ver el amor en todos los actos de tu vida, incluso en aquellos que antes podrías considerar «malos«.

Y así, lo que se manifestará en el punto de choque serán solo cosas favorables. No te enfoques únicamente en las cosas materiales o en la calidad de tus relaciones. Considera más bien qué tipo de mirada cuántica debes tener: Una realizada desde el amor y dirigida a observar a Dios vivo en todo lo que está frente a ti.

Ese es el significado literal de la palabra Namasté. Es ver al Dios que habita en el otro. No es solamente una bonita expresión o un simple saludo. Tampoco es indicativo de la bondad de quien la dice. Ni siquiera representa una acción. Es un sentir, y precisamente en eso es en lo que debes enfocarte.

Las consecuencias son los efectos que vives

Ahora es el momento de decidir qué hacer con estos efectos, porque llegarán inevitablemente a tu vida cada vez que te niegues a reconocer la condición divina del otro. Recuerda que la visión que tengas de él se verá reflejada en ti. Así pues, tienes dos opciones:

La primera es salir del victimismo y asumir las consecuencias que han sido inevitables. Debes comprender que éstas han llenado tu vida porque las has creado tú al olvidar que el otro es un Dios vivo. Estas consecuencias no son solo producto de acciones, sino también de pensamientos, descuidos, omisiones y muchas otras cosas.

Y nadie escapa a esta dinámica. Cada acción, omisión, sentimiento, palabra o juicio adverso hacia los demás genera un proceso creativo, y junto con él, la manifestación de sus consecuencias. Cada acto de nuestra vida puede ser un gran maestro. Se puede aprender de ellos porque son nuestras propias construcciones.

Puedes decir: «¿Y ahora qué hago con esto que he creado?». A respuesta consiste en liberar esa construcción y elaborar otra desde el amor, la empatía, la compasión y el ver a Dios vivo en cada acto de tu existencia. La segunda opción es comenzar una nueva construcción desde el miedo, la venganza, el rencor o el sentirte víctima.

Estás mirando y tocando a Dios vivo

La victimización y la renuencia a ver a Dios vivo delante de ti te entrelazan kármicamente a otros. Al ocurrir esto los haces caer en el odio, el resentimiento y el pánico. Toda emoción negativa genera una nueva distorsión en el punto de mayor entropía y desequilibra nuevamente la energía.

Esto provoca que en vez de terminar la turbulencia al equilibrarse la energía, se desate una nueva ola expansiva y un nuevo choque, con la consiguiente manifestación de nuevas situaciones desfavorables. Cada vez que abres una nueva ola expansiva, las consecuencias inevitables son cada vez mayores.

Esto es así porque ahora no solamente entran en juego tus pensamientos, acciones y omisiones, sino también los entrelazamientos que has creado con muchos seres. Estos entrelazamientos ocasionan que la fuerza destructiva de dichas consecuencias sea aún mayor a la que tenían antes.

De esta manera, procura tomar la primera opción; sal del victimismo, asume tus propias construcciones y empieza a generar una nueva ola expansiva de luz, amor, gratitud, aprendizaje, conocimiento y crecimiento. Trata de estar cada vez más en tu ahora, sin cometer daños por acción u omisión.

Debes ver a Dios vivo en cada acto y en cada ser. Dios no está solamente en el cielo. Es omnipresente; está en ti y en cada partícula de todo este Universo.

Olvídate de Dios para ser Dios

 

Reconocer a Dios vivo es honrarlo

Imagina la emoción con la que puedes llegar a vivir cada vez que ves delante tuyo a Dios vivo. Trata de imaginar el maravilloso día en que encuentres a ese Dios que tanto has venerado allá arriba en el cielo en todas las situaciones, actos y seres. Descubrirlo puede ser cuestión de un segundo, y dura una eternidad.

No tienes idea del amor al que puedes acceder si logras ver a Dios vivo delante de ti. No me cansaré de repetirte que este Dios omnipresente, a quien has buscado por todas partes, habita en cada partícula cuántica y en cada una de tus células. Lo estás respirando ahora y puedes verlo cara a cara en todos los seres.

Está en todos ellos, independientemente de que tu juicio humano los clasifique de una forma u otra. Cuando entras en ese reconocimiento, puede pasar que de un segundo a otro te conectes con el amor más incondicional y más enorme; un amor que todavía no conoces, porque este Dios omnipresente es amor puro.

El desamor y la maldad no existen

Si Dios es amor y es omnipresente, ¿cómo no va a estar en ese ser que juzgas malvado, tóxico, o que simplemente se ha portado mal contigo? Si la omnipresencia es el amor, el poder verlo aún en las circunstancias más desfavorables te eleva a un grado superlativo.

Te eleva a un nivel tan extraordinario que puedes llegar incluso a alcanzar la iluminación tan deseada y añorada por ti. Y digo «añorada» porque en realidad todos sabemos lo que es el amor. Venimos de ese amor, y la búsqueda del amor es recordar lo que éramos. Recordar cómo se vive en los altos planos de donde procedemos.

Por eso esta añoranza. Por eso esta búsqueda infatigable. La gran tragedia es que te alejas del amor cada vez que te rehúsas a ver a Dios delante de ti. Intentas ser fiel y leal a Dios y cada vez te alejas más de Él. Realmente eres fiel y leal a Dios cuando lo eres a todo lo que existe en este Universo.

Luz y oscuridad son los dos polos de Dios. Por eso afirmo que la oscuridad también es amor. Cuando entras en este amor incondicional puedes ver a Dios en todo.

No puedes convertirte en un ser de luz si dañas a otro

Si deseas alcanzar esas alturas y vivir de esa forma, no veas ni la más ínfima parte de oscuridad en algo, en alguien, o en una situación. Puedes haber trabajado duramente para salir de la oscuridad, pero en tu día a día, con cada pensamiento desfavorable te metes una y otra vez en la más profunda oscuridad.

No te puedes considerar un ser de luz en tanto no abandones esta dinámica. Dejar de ver a Dios en cada minuto de tu ahora te hace entrar en un combate perpetuo, oscilando entre los polos de la luz y la oscuridad. Tienes que entender que no existen ni buenos ni malos, y que la oscuridad se presentará ante ti cada vez que la observes.

Un Dios vivo solamente debe ver luz. Un Dios vivo solamente debe ver amor en cada acto. Un Dios vivo debe dejar de ser humano y detener todo juicio y crítica. Debe ver amor allí donde los demás solo ven oscuridad. Quien puede ver el amor en todo es un ser de luz. Ha alcanzado un entendimiento absoluto y muestra una empatía total.

Ante cualquier suceso desfavorable puede decir: «Esto ha encontrado su punto de mayor entropía. Lo que estoy viendo en esta persona es el regreso de todo lo que ella misma construyó. No es un ser malo, es un ser grandioso, tal y como lo soy yo. Está manifestando su propia construcción».

Si te alineas a la luz, la manifestarás

Lo mismo ocurre si te alineas a la oscuridad. Por eso debes ver la perfección en todas las cosas. Hay que salir del victimismo, asumir lo que has construido y empezar a construir aquello en lo que deseas enfocarte sin ver la oscuridad del otro. Eso es lo que debes hacer.

En realidad nunca sabes por qué suceden los acontecimientos en las vidas de los otros. Lo que sí puedes ver delante de ti es el encuentro de energías que han llegado al punto de mayor equilibrio. Cada vez que juzgas una situación la amplificas, y cada vez que tus emociones se alinean con la oscuridad, retrasas su solución.

El amor es la fuerza más poderosa que existe en todo el Universo. El amor que irradias es sanador y eleva a quien lo recibe por encima de sus construcciones desfavorables. Les permite empezar a resolver sus propios procesos limitantes. Intervenir en las construcciones de otros provoca que te entrelaces kármicamente con ellos.

Y este entrelazamiento potencia lo que esa fuerza destructiva ha empezado a perjudicar. En cambio, debes ver a Dios vivo en cada ser, sobre todo en aquellos que tu juicio humano califica como malvados. Ver a Dios dentro de esos seres te acerca a pasos agigantados a tu ascensión.

Permite que la luz descienda sobre la Tierra

Evita la crítica y el juicio

Esto lo estableció Jesús en repetidas ocasiones a lo largo de su enseñanza. Si no juzgas, no deshonras a Dios, y si no deshonras a Dios lo puedes ver en cada ser. No importa qué decidan hacer con sus propias construcciones. Son Dioses vivos y pueden elegir entre dos opciones.

O son presas del pánico y generan una nueva onda expansiva en donde campean miedos y fobias, o se alinean a la luz al no victimizarse, reconociendo que son los únicos autores de una construcción desfavorable. Así pueden aprender de ella y entrar en una nueva construcción, pero ahora desde el amor.

El no juzgar y no criticar es la base para poder ver a Dios vivo en cada ser que se planta ante ti. Cada vez que lo haces te alineas a la luz y utilizas los efectos de la Ley de Retribución y la Ley del Equilibrio a tu favor. Si te alineas a la luz, cuando llegues al encuentro de la energía en el punto de mayor entropía recibirás algo grandioso.

Reconozco a Dios vivo en todas partes y no juzgo. Esa es una máxima extraordinaria, de la que Jesús ya hablaba hace 2 mil años y que todavía no se ha asimilado en su verdadera magnitud. Al alinearte con la luz ves al Dios vivo que hay en cada acción y en cada ser, pero al ver lo «malo» observas la oscuridad que hay en ti.

Alinearte con la luz hace que todo a tu alrededor pueda sanar. En cambio, si te victimizas y generas una nueva expansiva, desatas una fuerza destructiva aún mayor.

Deja que el equilibrio gobierne tu vida

Tal acción representa una gran maestría, y es algo a lo que debes aspirar si deseas salir absolutamente de todas tus limitaciones. Es algo que se puede aprender de manera gradual, incorporando estos conocimientos que te comparto y haciéndolos parte integral de tu ser.

Si tu vida se mantiene en equilibrio te será mucho más fácil honrar la condición divina de todo lo existente. Podrás ver a Dios mismo aquí, justo delante de ti; lo verás dentro, a través y alrededor de todos los reinos y de todos los habitantes de la Tierra. Finalmente, lo podrás ver en cada acción, gesto y circunstancia que percibas.

Sé muy consciente de ellas a lo largo de todo tu día, porque, como te dije, cada vez que te alineas a la oscuridad de otros, la manifiestas. Mi propuesta consiste en controlar la mente 24/7. Así evitas los efectos que vendrán inevitablemente a ti cada vez que no honras al Dios que habita en todos los seres de todos los reinos.

Finalmente, ante cualquier cuestionamiento proveniente de tu mente y ante cualquier juicio que percibas, repite el decreto Yo Soy la Presencia que gobierna mi mente, mi hogar y mi mundo. Al hacerlo puedes salir por completo de tu condición puramente humana.

Y en ese momento, con solo abrir tus ojos, podrás ver a Dios cara a cara.

 


Si te gustó este artículo y quieres profundizar más en este tema, te recomiendo que leas el artículo anterior : La sabiduría de saber poner punto final

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